Ermita de Santa Orosia

Todo induce a pensar que su construcción estuvo motivada, sobre todo, por el incremento que experimentó la devoción a Santa Orosia a lo largo del siglo XVII.

Las reducidas dimensiones del templo de la Cueva serían insuficientes para acoger a la cada vez más numerosa afluencia de devotos que peregrinaba a dicho santuario. Su angosto recinto no sólo se vería desbordado, sino que su mismo emplazamiento, suspendido en medio de la roca, entrañaba un evidente peligro. La creciente magnitud que a lo largo de ese siglo adquirió la fiesta de Santa Orosia requería de un templo capaz de albergar a la multitud allí congregada. Pero, la construcción del nuevo templo no impidió que un buen número de actos romeros de menor importancia siguieran celebrándose en la Cueva.

Sobre la fecha y otros detalles de su construcción nos da sobrada cuenta la precisa inscripción grabada en las piedras que soportan la pila del agua bendita, situada a la entrada del templo. Sus obras se prolongan desde el 3 de junio de 1665 hasta el 10 de septiembre de 1669, día en que se bendizio i se dixo la I Misa. Esta fecha del 10 de septiembre, inauguración del templo, quedó marcada para la posteridad como día del Voto a Santa Orosia de los pueblos de Isún y Sardas.

La mencionada inscripción especifica a continuación el coste de la obra: 1.115 libras, así como las fuentes de financiación: HIZOLA DE LIMOSNAS LA VILLA – DE YEBRA Y OTROS LUGARES - Y PERSONAS PARTICULARES SUS - COMARCANOS COSTO 1115 L(ibr)AS. A calcular lo que supone esta cantidad, puede ayudarnos el recordar que por esas fechas un albañil percibía un jornal diario de 7 sueldos jaqueses, y que una libra jaquesa equivalía a 20 sueldos. Es de suponer que, como era habitual en estos casos, hubiera abundante mano de obra voluntaria y gratuita.

Como ejecutor y garante inmediato de la obra se nombra en la inscripción al entonces párroco de Yebra: SIENDO RECTOR EL D. MIGUEL TH – OLOSANA, que ocupó dicha rectoría entre 1658 y 1675. Todo indica que fue un clérigo activo y generoso, a quien, además de impulsar la construcción del santuario del Puerto, se le debe la ampliación de la antigua abadía, o casa cural de Yebra. Así es como en 1673 el Visitador General escribe: Por quanto nos ha constado que Moss. Miguel Tolosana rector del lugar de Yebra ha gastado y empleado de sus propios bienes en haber augmentado la Abadia y en reparos de ella mas de mil y duzientos sueldos jaqueses y porque es justo esto tenga alguna remuneración y que los que deben hazerla son los Rectores que por tiempo seran de dicho lugar, pues son los que han de gozar de la conveniencia y comodidad de dicha Abadia. Por tanto mandamos se funden en dicha Yglesia Parroquial, como nos desde luego fundamos, doze misas rezadas celebradas en cada un año, una cada mes por los rectores que por tiempo seran de dicho lugar en sufragio del alma del dicho Mos. Miguel Tolosana (2º Sacr. 214).

Su planta de salón con tres naves, prolongada la central en un presbiterio rectangular, nos recuerda a la parroquial de Yebra. Las naves laterales son más bajas y sus bóvedas de crucería simple. La bóveda de la nave central es de cañón seguido. Todo el techo se apoya sobre cuatro columnas en planta de cruz. El coro elevado descansa sobre el atrio de entrada y sobre él se levanta la torre.

Si atendemos a su orientación, observamos que su fachada principal, donde se localizan los elementos más decorativos de su aspecto exterior: torre y lonja, mira hacia la Cueva. Esto obliga a que su orientación esté invertida con respecto a los usos litúrgicos tradicionales en la época: el ábside debía dirigirse hacia oriente.

Adosada a la parte posterior de la iglesia, y constituyendo una misma unidad arquitectónica, se ubica la llamada Casa Vieja. El desastre bélico de 1936 despojó a este templo de todos sus bienes y ornamentación. Los documentos escritos y gráficos disponibles nos posibilitarán conocer algunos de los elementos que en otros tiempos lo embellecieron y dignificaron.

Como el retablo del altar mayor, desaparecido el año 1936 y que gracias a una fotografía, descubrimos que se trataba de una obra de estilo churrigueresco, con zócalo, banco, cuerpo y ático. Un cuadro de grandes dimensiones, que reproducía el martirio de la Santa, destacaba sobre el resto de la composición. Toda la riqueza de elementos decorativos que rodean a esta pintura central parece estar destinada a enaltecer y magnificar el acto sublime del martirio. A ambos costados del cuadro se alzan dos pares de columnas salomónicas, profusamente adornadas. A lo largo de sus fustes revolotean, en las más variadas posturas, hasta doce figuras de ángeles. Entre el resto de la decoración que adornaba las columnas abundan racimos de uva y tallos de vid.

El retablo que preside actualmente el altar mayor del santuario procede de Biel, pueblo de donde se trajo en los años 40 del siglo pasado.

 

null Romería de Santa Orosia

Romería de Santa Orosia

Bien de Interés Cultural

Cada 25 de junio, la montaña aragonesa celebra el hallazgo de las reliquias de Santa Orosia en los montes de Yebra de Basa.

Ésta es la historia que recuerdan las ocho ermitas, cuatro de ellas incrustadas literalmente en la roca, que jalonan el camino que asciende desde Yebra de Basa hasta la cima del monte Oturia.

Un sendero que parece abierto con la misma espada que terminó con la vida de Orosia y que recorre uno de los escenarios donde dicen que estuvo escondido el Santo Grial.

La ruta arranca del camino que surge a mano izquierda, antes de entrar en Yebra de Basa.

Está destacado con la señal amarilla y blanca de Pequeño Recorrido (PR). Antes de llegar a los pies del monte Oturia, tres pequeñas y modestas ermitas delatan el carácter sacro que tiene el recorrido. Son las ermitas de L’Angusto, las Escoronillas y As Arrodillas.

Este último habitáculo contiene una enorme roca, en la que se aprecian dos huecos y unos largos cortes. Según la tradición, son las marcas de las rodillas de la Santa cuando la decapitaron.

Estos primeros pasos, cerca de media hora, van descubriendo la geología conglomerada del monte Oturia, adelantando la presencia de las cuevas y las cascadas que pronto surgirán en el trayecto, y que fueron el refugio de los numerosos eremitas que aquí vivieron.

Pero es la rica vegetación, presidida por sauces y artos en esta zona baja y enebros, robles y abedules según se va subiendo, la que da una especial sensación de tranquilidad y placidez al lugar.

Algún buitre leonado y quebrantahuesos o algún ejemplar de águila real podrán surcar el cielo. Un gorgoteo comenzará a apoderarse del rotundo silencio que invade el entorno.

Cuanto más cerca estén las ermitas de San Cornelio y Las Cuevas mayor será el sonido. Cuando éstas aparezcan en medio del camino, como un cuerpo magullado que se sujeta entre las paredes con los últimos esfuerzos de sus uñas, como si las tropas sarracenas les estuviesen amenazando con tirarlas al vacío, el murmullo se convertirá en estruendo.

Es el salto de agua que resguarda estas ermitas, que aunque están comunicadas por medio de una escalinata, son dos habitáculos distintos y superpuestos.

El recinto inferior es la cueva de San Cornelio (1.270 metros), hermano de Orosia. En la cueva superior (1285 metros) es donde se encontraron los restos de la santa.

Ambos habitáculos se han rehabilitado recientemente. En estado delicado se encuentran las ermitas de San Blas (1.310 metros), eremita que pasó buena parte de su vida en una cueva, y la de Santa Bárbara (1.390), que murió en circunstancias muy parecidas a las de Santa Orosia.



Antes de llegar a la iglesia de Santa Orosia, y ya en el puerto (1.550 metros), queda un punto de encuentro por rebasar: la ermita de O Zoque. El lugar donde los pueblos del valle de Basa y Sobrepuerto se reunían el día de Santa Orosia, tras haber revivido su calvario, siguiendo las huellas que en forma de ermitas dejaron los devotos que las erigieron, entre los siglos XVI y XVII.