Breve historia

Los historiadores del mundo antiguo suelen relacionar el topónimo de Yebra con las tribus celtas de los eburones que se asentaron por estas tierras durante el primer milenio antes de Cristo. Ricardo Mur se ha encargado de estudiar las diversas huellas de posible origen celta contenidas en la tradición orosiana tan vinculada al pueblo de Yebra. Entre esas huellas destaca el culto a la cabeza humana, a las fuentes, montañas y piedras.

Dentro de la escasez de noticias referidas a los primeros siglos de nuestra era, sabemos por Domingo Buesa que en la época visigoda, siglos VI y VII, el eremitismo inundaba todo el territorio altoaragonés y encontraba sus más notables espacios en la zona montañosa (Yebra de Basa, Nocito, San Juan de la Peña, etc.) .

Dos siglos después de la conquista árabe, el mismo autor nos recuerda cómo la comarca mozárabe del Serrablo había sido reconquistada por los musulmanes –alrededor del año 968- a raíz de la conquista del castillo de Yebra de Basa (Historia del Alto Aragón, 71 y 99).

La Cueva de Yebra es cita obligada al hacer recuento de los refugios donde se oculta el Santo Grial ante el peligro de la invasión islámica. Sería en torno al año 715 cuando el obispo Acisclo de Huesca lo trasladaría a la caverna del monte de Yebra, iniciando aquí su periplo por diferentes lugares sagrados del Pirineo oscense.

Las primeras personas de Yebra de las que tenemos noticia a través de los cartularios medievales más antiguos son las siguientes:

  • Año 1036: senior Lop Acenarç de Ebora.
  • Año 1062: Garcia de Ebora, presbítero que vende parte de una casa.
  • Año 1076: Don Santio et suo neto don Ximeno et don Galindo de Iebra, actúan como testigos en una donación al monasterio de Fanlo.

Por lo que respecta a la organización eclesiástica de la comarca, el historiador Durán Gudiol escribe que durante el siglo XIII el cargo de arcipreste del arcedianato de la Cámara y del priorato de Rava, que incluían Ballibasa, Galliguera media, Sobrepuerto y Fiscal, era ejercido por el rector de Yebra: Petrus, abbas de Heura . (Guía monumental de Serrablo, 92).

En el 1326 el rey Jaime II de Aragón nombra Justicia de Serrablo, Basa y Puente de Fanlo a Pedro Martínez de Yebra . Y en 1374 García de Bergua , también de Yebra, actúa como testigo en un documento de las Juntas de Serrablo, Guarga, Basa y de la Honor Cortillas. Estos datos dejan entrever que por entonces las mencionadas comarcas constituían una misma unidad administrativa.

En un acto de concordia entre los vecinos de Cortillas, Cillas y Yebra sobre disputas por los pastos de sus ganados, del año 1344, participa como procurador de todos los hombres de Yebra el rector de villya dIaura, don Arnalt de Fontoua . Ésta sería la primera mención conocida en la que se le aplica a Yebra el título de Villa. Sabemos que tal distinción era otorgada por el poder real a los lugares que se constituían en centros administrativos de un valle y zonas contiguas. Siguiendo un criterio similar, son doce los pueblos que ostentan el rango de villas en el partido judicial de Jaca.


En una extensa relación de personas que a finales del siglo XV habían recibido préstamos de miembros de la aljama judía de Jaca figuran como deudores los siguientes vecinos de Yebra: Johan de Palacio, clérigo, y Fortunyo de Allué, García Canyardo, Pedro Canyardo, Pedro Latas y Pero Bergua, hijo de Martín . Miguel Ángel Motis Dolader, autor de este interesante estudio, menciona también a Antón de Luch, habitante de Yebra , que en 1480 se siente engañado por el judío Saçon Alcala en la compra de una mula negra

Tal incremento demográfico obligará, entre otras cosas, a la ampliación de su templo parroquial que muy probablemente sería una construcción románica. En la visita pastoral de 1499 la antigua iglesia de Yebra contaba con dos altares: el mayor dedicado a San Martín, y el de San Lorenzo.

Sobre el templo actual, levantado en la primera mitad del siglo XVI y representativo del Renacimiento aragonés, escribe José Gracés Romeo en su “Guía de Serrablo” que, sin duda es la iglesia de San Lorenzo de Yebra la construcción religiosa más sobresaliente de la comarca .

En él destacan, sobre todo, los ocho cuadros del retablo mayor, obra del pintor Esteban Solórzano, discípulo de Damián Forment, así como el busto de plata repujada y policromada de la segunda mitad del siglo XV donde se conserva la reliquia del cráneo de Santa Orosia.


A partir de 1577 disponemos de una jugosa fuente de datos sobre la vida cotidiana del pueblo, gracias a la minuciosa información que día a día fueron anotando sus laboriosos Retores, Curas y Párrocos de una copiosa documentación parroquial. La imagen que allí se nos presenta es la de una Villa en floreciente desarrollo capaz de dar respuesta a la mayoría de las necesidades de su población y lugares de su entorno. Hoy nos deja sorprendidos comprobar la rica oferta de servicios con que cuenta a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Por entonces ejercen en Yebra su actividad los siguientes profesionales: notario, médico, boticario, maestro de primeras letras, veterinario, cirujano, soldados, organista, capellán y ermitaño de Santa Orosia, etc. El testamento clerical está altamente representado, contando en algunos momentos hasta con siete y ocho clérigos, distinguidos con el título de mossen .

Pero ningún acontecimiento ha marcado tan decisivamente la historia de la villa y la vida de sus habitantes como el hecho de desde hace diez siglos guardianes de la Reliquia de Santa Orosia . Un honor compartido con la catedral de Jaca. El Puerto de Yebra, lugar donde la joven Orosia o Eurosia padeció el martirio en el siglo IX, se convierte cada 25 de junio en escenario de una de las romerías más emblemáticas del Alto Aragón.

El auge adquirido por el culto a Santa Orosia durante los siglos XVII u XVIII convirtió a Yebra en un importante centro de peregrinación, adonde anualmente acudían varios colectivos de romeros y devotos que por lo general subían en procesión a la Cueva e incluso pernoctaban en ella en actitud de vigilia. Situaciones dramáticas como la epidemia de peste bubónica en la sanmigalada del 1652 que en menos de tres meses provocó en Yebra 32 víctimas mortales, la plaga de langosta en 1687 que arrasa las cosechas o las frecuentes sequías, explican el desamparo de aquellas gentes acosadas que sólo les quedaba el recurso de implorar la protección del cielo.

Un hecho llama la atención al analizar la procedencia de una parte de los antiguos habitantes del pueblo, tras el nombre de muchos de ellos suele figurar el calificativo de françes o gascon, del Reyno de Francia, de la Valle de Osau, del Principado de Biarne ... Esta emigración francesa, que según los historiadores fue un fenómeno generalizado por todo el Alto Aragón, adquiere en Yebra especial intensidad durante la segunda mitad del siglo XVII. Algunas de las actuales familias del pueblo tienen su origen en este flujo de gentes que vienen del otro lado del Pirineo. Este dato revela el carácter abierto de unos habitantes que integran con facilidad en su comunidad a un buen número de extranjeros que desarrollan su actividad en profesiones como pastores, zapateros, criados, cirujanos, piqueros, escultor, boticario o cedacero .

Para concluir estas notas consideramos de justicia mencionar el nombre de don Jenaro Casa Sesé, uno de los hijos más ilustres con que cuenta la Villa. Nacido en Yebra el 18 de septiembre de 1820, hijo del entonces boticario, sería luego maestro destacado del futuro Premio Nóbel don Santiago Ramón y Cajal. Éste habla de don Jenaro con estas palabras: Todos los venerábamos y queríamos, porque su celo por la enseñanza era tan grande como su talento y su bondad . Don Jenaro Casa, que ocupó la Cátedra de Clínica Médica en la Facultad de Medicina de Zaragoza fue quien como Decano, le proporcionó a don Santiago Ramón y Cajal en 1875 su primer trabajo en dicha Facultad.