Ermita de Santa Bárbara

Se encuentra completamente incrustada en el interior de una espaciosa y alargada cueva, adonde hasta hace algunos años acudían los ganados a refugiarse en días de tormenta. Espontáneamente, sin necesidad de que nadie las guiara y con anticipación suficiente a la llegada de la lluvia, las ovejas se dirigían con sorprendente rapidez a esta cueva. Dejó de utilizarse como tal refugio tras el grave accidente acaecido en 1990, cuando en la huida precipitada hacia esta cueva, por amenaza de tormenta, casi dos centenares de ovejas perecieron atropelladas y aplastadas por sí mismas.

La ermita ocupa el espacio central de una enorme concavidad rocosa donde aún son visibles las huellas del humo y el estiércol. Consta tan sólo de tres muros que nacen y mueren en la roca. Ésta es quien hace de suelo y techumbre, cerrando, a su vez, el costado interior de tan curiosa construcción. Otro ejemplo singular de admirable compenetración entre el esfuerzo humano y la obra de la Naturaleza.

Su emplazamiento en el interior de esta cueva puede responder al deseo de sacralizar otro recinto rocoso que bien pudo haber contado ya con algún significado sagrado en épocas previas a la cristianización. Un recinto que durante siglos, y hasta épocas bien recientes, ha sido considerado por personas y animales como lugar de refugio y protección ante el peligro de las tormentas. Ante el pánico que produce la proximidad de los rayos, truenos, viento, piedra, granizo o lluvia cuando se está a la intemperie del monte. Podría suponerse que la construcción de esta espaciosa ermita en 1629 vino a sustituir a algún otro eremitorio anterior, más reducido y tosco, que debió servir para albergar tanto a pastores como a eremitas.

En primer lugar, llaman la atención las dimensiones de esta ermita, su base se aproxima a la de un cuadrado de 10 x 10 metros. Después de los templos, es con diferencia el recinto eremítico de mayor capacidad. Su interior puede acoger a más de un centenar de personas. Sus dos únicas esquinas están levantadas a base de sillares bien labrados. Cuenta con dos pequeñas ventanas orientadas al mediodía, cada una construida con cuatro piedras bien trabajadas. La puerta de acceso es también de piedra, con arco de medio punto de una sola pieza, y está orientada para acoger a los peregrinos que ascienden desde Yebra por el camino de las ermitas. Una vez en su interior, su espacio gana en anchura según avanzamos hacia el altar situado frente a la puerta.

Encima del marco figura esta inscripción policromada:

                                              AÑO ††† 1629

                                   S. BARBARA O PRO NOBIS