El nombre de esta ermita coincide con el de las fincas de su entorno. Se trata de un topónimo de carácter descriptivo, que alude a las características del terreno donde se encuentra ubicada: un paraje estrecho, angosto, comprendido entre dos colinas o rallas. La Ralla Espata, a la izquierda, y la Ralla Santa María, a la derecha, constituyen un gigantesco portalón natural que nos abre el paso al macizo del Puerto. La ermita se erige como vigía en el umbral de esta angosta brecha.
Su emplazamiento no es casual, coincide con el punto geográfico desde el que, al descender del Puerto, comienza a divisarse el campanario de la iglesia de Yebra.
La creencia popular ha visto en la ermita de l'Angusto un monumento al recuerdo de aquella primera llegada del pastor Guillermo, de Guasillo, a las afueras del pueblo. El lugar donde éste se detendría sorprendido por el sonar de las campanas y por el inesperado recibimiento ofrecido por sus gentes, que asombradas salieron a su encuentro. Esa llegada del pastor, con la Reliquia, y la acogida dispensada por los vecinos de Yebra quedó grabada en la memoria colectiva del pueblo como uno de los acontecimientos más sublimes de su historia. Esta ermita quiere ser su testigo.
Sus rasgos arquitectónicos tienen mucho en común con los del resto de ermitas: un recinto abierto, carente de ventanas, amplia portalada terminada en arco, suelo enlosado, un diminuto altar con hornacina para la imagen de la Santa, bóveda de medio cañón y cubierta de piedra a dos aguas. El vértice de su fachada frontal está coronado por una cruz de hierro. Hasta mediados del siglo pasado, una verja de madera en su interior impedía el paso de animales.
Dos árboles flanquean los costados de su entrada. Ante ella una reducida plazoleta se eleva ligeramente sobre el nivel del camino. El muro de piedra que la delimita por la derecha se ensancha en su base ofreciendo un estrecho banco corrido
Dibujo de J. Jesús Castiella Hernández.